Cómo el tener un bonsái me ayudó a dormir por las noches

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Os voy a contar la historia de cómo tener un bonsái me ayudó a dormir por las noches, a relajarme y a empezar una nueva vida. Así, sin más preámbulos. Os voy a ser sincero. Yo nunca he sido un hombre tranquilo, paciente y precisamente, ‘zen’. Para nada. Más bien lo contrario. Siempre he sido bastante temperamental, pero el hecho de tener que morderme la lengua, callarme ante las injusticias y soportar la presión constante de mi vida, ha provocado que a mis 47 años me vea cansado,  mayor, con unas ojeras oscuras y profundas, y con mil y un dolores en la espalda, el cuello y en la cabeza. Dolores terribles de cabeza y pinchazos, ocasionados por el estrés que he llevado desde que la empresa en la que trabajaba cerró y me quedé en paro.

Muchos pensaréis, «apúntate al gimnasio y desahógate», «ve a un psicólogo o coach para aprender a canalizar tus emociones y tu estrés». Todas estas opciones ya me las plantearon mis amigos y mi familia, e incluso, yo mismo, estuve pensando en coger a mi familia e irnos al campo a cultivar patatas y tomates. Os lo digo en serio. Era tal mi nivel de crispación y hastío que mis hijos y mi mujer, aún siendo mi válvula de escape, mi hogar en sí mismo y el núcleo donde sentirme relajado y querido, me molestaban y sólo quería estar a solas, encerrado en el baño, leyendo un libro o echando una partida a alguno de los juegos que tengo en el móvil. Estaba irritable e insoportable. Compadezco a mi mujer y a mis hijos, de verdad.

Estaba agobiado por tantas cosas…Sonará egoísta lo que voy a confesaros, pero es la realidad. Mi trabajo era la única fuente de ingresos para pagar tantas facturas, recibos, compras e hipotecas, por fortuna, al poco de quedarme yo parado, mi mujer encontró un empleo y «cogió el relevo». 

Mi mujer me obligó (con mucho amor) a irnos una tarde de spa y dejar a los niños con mis padres. Me aseguró que un masaje relajante, un chapuzón en la piscina y un poco de intimidad entre nosotros, me vendría bien y me ayudaría a calmarme. Efectivamente, así fue y nunca me había sentido tan agradecido. Nos hicimos un fantástico masaje en pareja, mientras sonaba una música chill out, que acabó por ponerme nervioso. Le pedí a mi masajista que la apagara un rato y nos dejara en silencio. Éste percibió mi crispación y mi incapacidad para relajarme y de abstraerme durante media hora. Apagó la música y prosiguió con con su labor, de intentar destensarme el cuello y los hombros.

Cuando acabamos, me sentía más suelto y cómodo con mi cuerpo. Me sentía con fuerza y con las energías renovadas. Antes de irnos, el masajista, un muchacho asiático muy majo, me recomendó ir a alguna clase de yoga o de adoptar alguna técnica de relajación, que me sirviera para canalizar mejor mi frustración y estrés. Fue entonces cuando me propuso que buscara a alguna asociación del bonsái en mi ciudad. Me dijo que me documentara un poco sobre los beneficios del cuidado de estos árboles en miniatura para mi estado de estrés y presión en el trabajo.

vista de un bonsai de frente

Al principio, me pareció una tontería, pero al volver a casa después de un fin de semana en familia, lo suficientemente relajante y apacible, me dí de bruces con la realidad. A las 9 de la mañana del lunes, me desperté y  fui a una entrevista de trabajo en la cual me rechazaron por no cumplir el perfil que buscaban. Una dosis extra de estrés añadido me invadió en ese momento.

Esa misma tarde, en vistas del panorama que me esperaba, tras acabar mi jornada de búsqueda de empleo, me acerqué al local de la Asociación del Bonsái de mi ciudad. No tenía nada que perder…Me informé de sus beneficios, como me aconsejó el simpático masajista que me atendió el sábado, y decidí apuntarme a un taller de iniciación. Pagué la primera mensualidad y empecé esa misma tarde. Debo reconocer que cuanto entré en la sala y me ví a toda aquella gente podando los arbolitos con las tijeras, tan despacito y con esas caras de concentración y paz, os juro que me entró la risa. No podía creer que esto fuera a relajarme y a liberarme del estrés.

Superado el episodio de desconcierto y mi risa interna cargada de sorna y estupidez, me centré en la clase, cogí las tijeras y empecé a seguir las instrucciones. Desde entonces asisto tres tardes a la semana a mi terapia bonsái y al posterior té organizado por la asociación. Allí conocí a otros hombres y mujeres que, como yo, necesitaban desconectar de su día a día. Fue en una de esas tardes de bonsáis y té en las que Roberto, uno de mis compañeros de afición me informó que en su empresa se había abierto esa misma un proceso de selección para ejecutivo de cuentas.

Ha pasado un mes desde entonces y mi vida ha dado un giro de 180 grados. Sigo asistiendo a mis talleres de bonsái y me he comprado uno en el vivero para practicar en casa. He encontrado trabajo, gracias a mi actual colega de trabajo y de afición, Roberto. Este trabajo es frenético, pero el ambiente laboral es relajado y me siento respetado por mis jefes.

Ya no me duele la espalda, ni el cuello, ni la cabeza. Duermo mejor y me da tiempo a salir a correr tres tardes a la semana. Soy más feliz y paso más tiempo de calidad con mi familia. Es así como tener un bonsái me ayudó a dormir mejor por las noches, a estar más relajado y a ser más feliz. Yo creo que fue encontrar una afición relajante y hacer nuevas amistades lo que me liberó de mi estrés, y me abrió la puerta a un nuevo trabajo y a una nueva forma de ver la vida.

Última modificación: 15/06/2021

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